viernes, 10 de julio de 2009

Cómo duele

Qué larga es la espera cuando sabes que no va a llegar nadie. Qué fría es la cama cuando nadie te abraza. El solitario café de cada mañana parece que queme más. Aquellas peleas por el uso del baño, ahora se extrañan. La casa vacía. El eco de mis pasos entorpece tu recuerdo, presente siempre encima del fuego de aquella chimenea. Cómo duele cruzarme con tu mirada en cada foto. Debo de estar volviéndome loco, nunca tuvimos una chimenea.
Recuerdo que queríamos comprarla. Andábamos justos de dinero, pero era tan romántico. Poco después llegó tu muerte. Fue el peor día de mi vida. Aquel cabrón.

- Oye tío, nosotros nos vamos
- Por qué tan pronto. Todavía hay fiesta.
- Pero si ya no queda casi nadie.
- No os preocupéis, yo me quedaré con una amiga que he conocido…
- Pues dame tus llaves y vuelve con ella. Está bien, no me mires así, quédatelas. Pero coge un taxi.
- Sí, sí, tranquilo.

Tú no querías venir. Estabas cansada. El niño te causaba problemas, sólo faltaban dos meses para formar nuestra familia. Dos meses. Hoy tendría tres añitos. Pero ni él ni tú estáis. Ya no. Y todo por mi culpa. No sabes cuánto te echo de menos cariño. Las ocho de la mañana, tú me lo decías. Para qué quieres ir tan pronto, tenemos toda la mañana. Tranquilo que es mi hermano, sabrá hacernos un hueco. Yo no te escuché. Sabes que no me gusta esperar en las consultas. Pero yo no te escuché. Discutimos. Y te grité. Esa fue mi despedida. Mis gritos. Pero Dios, quién conduce borracho un viernes por la mañana.

- Será guarra la tía…Que no me giro y se pira con el imbécil ese. Y me deja solo sin más, con este cebollón que llevo encima. Y para colmo no me veo una mierda. Voy a darle caña a la música que veo que me sobo. A ver dónde he dejado ese CD…pero quién coño me está pitando…

Sangre por todos los lados. El coche destrozado y tú…
Antes de chocar te miré. Intenté pedirte perdón por comportarme así, pero no me dio tiempo. Sólo pudimos gritar. Ese coche nos embistió por tu puerta y tú quedaste atrapada entre la chatarra. Recuerdo tus gritos de dolor y me asusté. Quisiera haberme cambiado por ti, por vosotros. Pero sucedió así y no hay día y noche que no me maldiga. Cuando te volví a mirar, tú me observabas y tus ojos me perdonaron. Recuerdo esa mirada, tan dulce, tan trasparente. Como cuando éramos jóvenes. Nunca el pasado ha sido tan traicionero. Después tu silencio. Largo. Muy largo. Demasiado. Me deshice como pude de todo lo que me apretaba y te alcancé. Tu nombre salía del poco hálito que tenía en ese momento pero recorría cada centímetro del coche. Aún así, no había respuesta. Sólo silencio. Me miraste y no pudiste hablar. Tus ojos. Lo comprendí todo. Mis manos temblorosas saltaban de un lado a otro de tu cuerpo como si no lo conociesen. Estaban asustadas, igual que yo. Lleno de sangre, de tu sangre, te abracé y me quede paralizado. El único movimiento de mi cuerpo resultaron ser las convulsiones de mis llantos. Tú te habías ido, para siempre. Y contigo mi alma. Ya no he vuelto a ser el que era. Quiero estar contigo cariño pero soy demasiado cobarde, no me atrevo. Si yo no hubiera sido tan egoísta. Si ese tío…
Qué difícil resulta vivir cuando a nadie le importa. Cómo duele comprarte flores cada mañana si no puedes olerlas, limpiar tu lápida mientras te cuento siempre lo mismo. No sabes que triste es el amor cuando no queda esperanza, ni cómo duelen las lágrimas que llevan tu nombre.