sábado, 29 de agosto de 2009

Carpe Diem


Pasamos la vida preguntándonos si lo que hacemos está bien o mal, si deberíamos haber hecho una cosa en lugar de otra, si tendríamos que haber ido aquí en lugar de allí, si en lugar de haber ido tendríamos que habernos quedado en casa. Nos pasamos la vida dudando sin darnos cuenta que mientras pensamos la vida va pasando. Pasa y no perdona. Y con ella todas esas dudas que teníamos en su momento quedan sucumbidas al recuerdo, al arrepentimiento. Al pasado.

Creemos aprovechar la vida pero no es así. Nadie la puede aprovechar al completo. Por qué. Es sencillo. Nadie se conforma con lo que tiene. Todos queremos más y más y más. Todos creemos en algún momento ser unos desafortunados, porque no hemos podido tener esto, ir a aquel sitio o hacer lo que está bien. Mentira. Hasta ese momento no pensábamos en ser desafortunados. Esa palabra sólo mide a los afortunados. Porque nosotros somos afortunados hasta la mañana siguiente de darnos cuenta que ha pasado algo que no nos ha gustado, entonces pensamos que la suerte no nos acompaña simplemente porque no queremos afrontar nuestro problema. Pero si quisiéramos, si de verdad lo afrontáramos, seríamos unos jodidos tipos con suerte porque diríamos: aquí estoy yo y no voy a dejar que me jodas. Entonces seríamos los tipos más afortunados del mundo porque no dejaríamos que nada nos quitara las ganas de vivir.
Pero no lo hacemos. Preferimos llorar, como si así la vida nos fuera a perdonar. La vida no perdona y la muerte m
ucho menos. La muerte llega sin avisar, aunque sepamos que queda poco, simplemente desaparece la vida cuando la muerte llega. Es un trueque, un cambio, una injusticia. Nos vemos a las puertas de la muerte y rezamos. Aunque nunca lo hayamos hecho, pero lo hacemos. Creemos que eso nos va a librar. Quién va a hacerlo. Quién va a librarnos. Nadie. Somos imbéciles. Pedimos que nos perdone la vida a aquel que nos la está quitando. Le lloramos y mientras vamos muriendo o vamos viendo como se muere alguien cercano.

De qué sirve llorar. De nada. Pero lloramos. La gente llora porque ama las cosas. Si pierdes algo que quieres, lloras su pérdida. Es una lástima que nos demos cuenta de lo que tenemos cuando lo perdemos. Es una verdadera lástima. Nos arrepentimos. En lugar de aprovechar el momento, a nuestra gente querida, a nuestros amigos. Nuestra vida. Qué es de nuestra vida sin aquellos a quien quieres. Quién es el pirado que guarda en su corazón como mejores momentos aquellos que ha vivido él sólo. Nadie. Pero no nos damos cuenta. Sólo cuando pasa algo malo. Cuando perdemos algo. Y para entonces, muchas veces, suele ser tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario