jueves, 4 de junio de 2009

La rutina amanece

Empieza a salir como cada mañana, oigo el cantar de los pájaros. Deben de ser un poco más de las 6. No hay ninguna nube, los rayos dorados han llegado hasta mi ventana, abierta para dejar entrar los dulces besos de la noche y sentir sus caricias. A pesar del calor de la mañana, en mi cama hace frío. Demasiado grande para compartirla con nadie, el hueco que no tapa mi piel lo recubre la cruel soledad.
Suena el despertador, tan puntual como de costumbre. Mi patosa mano derecha no logra tropezar con él. A pesar de conseguirlo mi cuerpo sigue como al principio. Tapado y sin el menor intento de moverse. Por fin, el poderoso astro alcanza el nivel de mis ojos. Mi cuerpo se ve obligado a darle la espalda. De lado, observo el resto de la cama. Nada. Sólo sábanas.

Tras varios pasos llego hasta el baño. La ducha esta fría, me recuerda a todo mi pasado. Ahora mismo, llega el momento soñado para alguien como yo. Dentro de la bañera, desnudo, como mi corazón, mi cuerpo, ajeno a mi alma, siente el agua caer sobre mí. Mientras tanto, mis sentimientos se van cruzando con el descender de cada gota, rendida a la fuerza de la gravedad. Una a una van sucumbiendo, desde la cabeza hasta llegar a los pies para acabar muriendo, como todo en esta vida, dentro de esa tubería que las llevará, con esa espiral que la caracteriza, a otra vida. Una espiral de la que no hay cómo salir. Donde todo llega. Donde todo pasa.

Mientras preparo el desayuno mi mirada está perdida en algún punto de la cafetera. Qué ironía, pienso. Una solitaria tostada y café solo para empezar el día… Ya está listo. Es hora de cargar fuerzas. El día y la soledad esperan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario